Recuerdo los inicios de esta familia por la década del sesenta. Que glorioso era ese grupo de jóvenes que salimos dando los primeros pasos en la obra del Señor en distintos lugares de Paraguay y Argentina, en la gloriosa dependencia de la unción. ¡Que valentía! ¡Que coraje! ¡Que entusiasmo!¡Que renunciamiento había en cada uno de nosotros! ¡Nada nos paraba! ¡Nada nos detenía! ¡Nada nos hacía temer frente a las situaciones! Ni necesidades, ni escasez. Ni la falta de muchas cosas.
No teníamos absolutamente nada con que movernos para hacer la obra del Señor, pero allí estábamos, corríamos, andábamos, no mirábamos situaciones, porque había algo que Dios había depositado en los principios de esta familia que ardía en nuestras almas, era la unción del Espíritu Santo.
A veces, con el transcurrir de los años vamos perdiendo aquel entusiasmo, aquel “celo santo” en nuestras vidas, que nos movía a hacer la obra del Señor.
El Señor quiere refrescar en nuestras almas estos principios, y no es retroceder cuarenta años atrás, pero deseamos que aquello que nos ha dado ese “empujón glorioso” para hacer la obra del Señor, sea renovado con mayor fuerza, poder y mayor brillo sobre nuestras vidas. ¡A causa de la unción se ha de podrir todo yugo!.
Y hermanos, esta unción que viene del Santo, del corazón de Dios, del mismo cielo; Es algo puro, santo, no tiene mezcla humana, y desciende hacia “los santos”, hacia aquel pueblo que se ha santificado, que se ha lavado en la sangre del cordero de Dios, para que Ud, y yo hagamos la obra de Dios no en nuestra capacidad humana, sino en la fuerza gloriosa del Espíritu Santo de Dios..”
Pastor Henmenegildo De La Cruz
Testimonios como éstos explican la razón por la cual el Movimiento ha crecido tanto. Quiera Dios que cada vida que salga a la obra continúe siempre con ese Espíritu ardiendo.
ResponderEliminarBendiciones Dani.