Por esto, cada ser humano debe entregar su corazón y adorar a Jesús el Salvador. También vemos que Jesús no murió dentro de la ciudad de Jerusalén, sino que lo sacaron fuera de ella. Eso es otra cara de su soledad.
El Señor, al morir, no contó con aquellos que gozaron de su ministerio. Todos los que habían recibido sus beneficios ahora lo habían abandonado a la suerte de sus verdugos. No lo dejemos otra vez solo. Sigámosle y sirvámosle con amor porque él murió por todos nosotros.." (2 de Corintios 5:15).
Pastor Manuel Romero (El calvario, una historia de amor por excelencia)
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