Muchas veces los siervos de Dios no duermen. Hay grandes cargas sobre sus hombros. Tenemos que orar mucho por ellos, porque a veces la carga puede ser tan grande que se enferman y sus nervios no soportan la presión.
Josué estaba velando y andaba mirando todo con cuidado porque tenía que conquistar la ciudad y de repente vio a uno que apareció con una espada y él como un buen soldado le dice: "..¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?.." (9) ¡Que listo que estaba! ¿no? No pensó en huir, sino que lo enfrentó.
Al enemigo hay que enfrentarlo cuando viene para tirarnos abajo. Y eso es lo que hizo Josué. Pero cuando escuchó: "..como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora.." (10) Se tiró de rodillas, adoró y obedeció la orden: "..Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo.." (11).
Querido hermano. Donde quiera Dios nos hable es un lugar santo. Y tenemos que mirar si hay algo que nos impide venir ante Dios con humildad. Josué reconoció al Príncipe, se humilló y allí vino la palabra de Dios a su corazón. Si queremos una palabra de Dios tenemos que humillarnos y doblarnos ante su presencia. No tenemos nada en nosotros mismos que podamos valorar , solamente la presencia de Dios.
Pastora Ester de Sórensen (Los pies del cristiano)
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